RAYITO
Rayito en la calle Fuencarral
Se acercan días difíciles para muchos. Por la temperatura exterior e interior. El frío, para quien vive y trabaja en la calle es duro. El que registran los termómetros se combate con más capas de ropa, buscando la acera al sol y cuando se puede con café y/o alcohol. El otro, el de dentro, no se va ni en agosto, cuando el asfalto de Madrid casi se funde y nos lo llevamos a casa pegado en la suela de los zapatos.
Rayito no vive en la calle,casi todos los días le llega para la pensión, aún se puede decir que es afortunado, que ironía, pero pasa la mayor parte del tiempo en ella. Circustancias personales, familiares, problemas de salud... la lista es larga y común a demasiada gente, le han obligado a trabajar en los mismos lugares en los que otros pasean, compran, se divierten, se besan, aparcan en doble fila o simplemente transitan.
No se queja por ello, o al menos no de una manera amarga, en sus ojos tan sólo deja entrever el deseo de que al día siguiente las cosas vayan un poco mejor. No es demasiado pedir.
Incluso con el maquillaje, el gastado traje de payaso (que ya no siempre se pone) y un cartel que a muchos molesta, conserva más dignidad que quien pasa a su lado y casi ofendido le ignora.
Si os lo encontráis cualquier tarde por el centro, y no vais demasiado cargados con bolsas, regalos, deudas o preocupaciones, dedicadle una mirada, al menos una mirada. Si tambien hacéis caso de su cartel, no le vendrá mal.
Se acercan días difíciles para muchos. Por la temperatura exterior e interior. El frío, para quien vive y trabaja en la calle es duro. El que registran los termómetros se combate con más capas de ropa, buscando la acera al sol y cuando se puede con café y/o alcohol. El otro, el de dentro, no se va ni en agosto, cuando el asfalto de Madrid casi se funde y nos lo llevamos a casa pegado en la suela de los zapatos.
Rayito no vive en la calle,casi todos los días le llega para la pensión, aún se puede decir que es afortunado, que ironía, pero pasa la mayor parte del tiempo en ella. Circustancias personales, familiares, problemas de salud... la lista es larga y común a demasiada gente, le han obligado a trabajar en los mismos lugares en los que otros pasean, compran, se divierten, se besan, aparcan en doble fila o simplemente transitan.
No se queja por ello, o al menos no de una manera amarga, en sus ojos tan sólo deja entrever el deseo de que al día siguiente las cosas vayan un poco mejor. No es demasiado pedir.
Incluso con el maquillaje, el gastado traje de payaso (que ya no siempre se pone) y un cartel que a muchos molesta, conserva más dignidad que quien pasa a su lado y casi ofendido le ignora.
Si os lo encontráis cualquier tarde por el centro, y no vais demasiado cargados con bolsas, regalos, deudas o preocupaciones, dedicadle una mirada, al menos una mirada. Si tambien hacéis caso de su cartel, no le vendrá mal.
Suerte Rayito, y gracias.
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