EL GLOBO
Se había escondido en la cámara frigorífica en un descuido de la cocinera. La cena de nochevieja ya había acabado y todos estaban brindando con cava y felicitándose el año. Sus compañeros de distintos colores flotaban por el restaurante, golpeados una y otra vez por los invitados. A él no le gustaban los empujones, los apretones, que se le sentaran encima. Odiaba que el gracioso de turno se lo metiera bajo la ropa simulando una barriga, o peor, junto con otro globo más, el pecho exagerado de alguien que ni siquiera tocaría unos de verdad. Ademas según las estadísticas, ese era uno de los lugares de mayor riesgo. Inexplicablemente, el resto de humanos varones tenían tendencia a pincharlos cuando ellos se encontraban comprimidos y empapándose del sudor del bromista. Aprovechó el momento de maxima euforia y ayudado por una corriente de aire se coló en la cocina. Una vez allí no le costó mucho esfuerzo colarse en la cámara. Tuvo que sacrificar parte de su aire para meterse dentro. En cuanto vio la puerta abierta, expulsó la última reserva que tenía para casos de emergencias y se quedó junto a las naranjas. Siempre había querido ser un globo naranja, pero toda su familia eran de color rosa. Allí, junto a las frutas de su color favorito se sentía a salvo.
No había tenido mucha suerte, si lo hubieran hinflado con helio, en lugar de apestoso aire de los pulmones de un fumador con halitosis, seguro que habría podido escapar y volar libre. Tampoco podía quejarse, casi la mitad de sus compañeros de cotillón ya habian estallado o habian sido masacrados por los cigarrillos. Ya nunca sería un globo naranja ni un preservativo con sabor a mandarina, esto último nunca se lo había confesado a nadie. Despues de todo una nevera repleta de naranjas no era el peor sitio para la última expulsión, que era como se llamaba entre los seres hinchables al momento de quedar arrugados para siempre.
Gastó sus últimas energías en aflojar el nudo que lo mantenía medio erguido y con un silbido,rebotando contra sus frutas preferidas, desapareció.
1 comentario:
Cuando bajaba a aquella ciudad tan andaluza por algún extraño motivo se mostraba rosa... Miraba a su alrededor, todo lleno de naranjos, quería ser naranja, pero no llegaba, no crecía, era un pingüino en pleno mes de Agosto.
Los grados de aquella nevera bajaban, por fin sintió frío en su corazón, "silbó" lo más fuerte que pudo, se montó en el viento, y en aquella carretera ella se hizo de nuevo naranja, nunca olvidando el espejismo rosado que fue.
Volverá a ser ELLA en esa nevera.
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