LA MALETA
Lo estaba consiguiendo. No volverían a utilizarla en estas minivacaciones, aprovechó una de las frecuentes discusiones de sus amos y se largó por su cuenta. Ya estaba harta de soportarlos, ella era una buena maleta, rígida, robusta, con varios cierres de seguridad que volvían loquitos a los bolsos de mano, y con un hermoso tirador que tambien le proporcionaba momentos muy placenteros. En el trastero de la casa de los amos era fiel al baúl, un madurito, aunque un poco soso, contenedor de los de antes, pero estaba aburrida de escuchar sus historias rancias y su poca pasión. Baúl se estaba volviendo un amargado, hacía años que no lo sacaban de viaje, y en su interior solo se acumulaban objetos inútiles, moho y tristeza. Era comprensible su estado de ánimo, pero ella no quería acabar así.
Durante las últimas vacaciones de verano había conocido a Samso, un maletín, rígido como ella, pero muy divertido. Se pasaron dos horas dando vueltas en la cinta del aeropuerto, Samso era un poco lanzado, pero estaba hecho de un policarbonato irresistible. Entre risas y confidencias, consiguieron intercambiarse las etiquetas de identificación, cuando los amos tiraron bruscamente de ella y la golpearon contra el carro se prometió a si misma que a la primera oportunidad que tuviera, los dejaría plantados. Le encantaba imaginárselos en el lost & found llorando por sus pertenencias, y por una vez, gritando a otros en lugar de hacerlo el uno al otro.
Solo tenía que llegar al almacén de los equipajes no reclamados, un lugar seguro para encontrase con su deseado maletín, pasar un tiempo, y luego ya lo decidirían.
Su primer deseo era quitarse la vieja pegatina que afeaba su costado,
ya tenía el nuevo cartel adhesivo que pensaba lucir, a Samso le encantaría, "rómpeme los cierres"