viernes, julio 27, 2007

EL BUZO 2

Esa mañana parecía igual a otras, un sol brillante, el calor, que obligaba a la gente a buscar protección en las sombrillas y alivio en las cervezas heladas, la ausencia de viento hacía que el ambiente resultase pegajoso, casi tropical. Ningún rostro mostró sorpresa cuando el buzo caminó por la calle principal camino de la playa, quizá alguna sonrisa compasivamente burlona, alguna palabra de ánimo, tan solo el estanquero, al pasar frente a él, notó un brillo especial en la mirada del extraño paseante. Devolvía cortés, con una sonrisa, los saludos de os vecinos, ya acostumbrados a su atuendo, y contestó un lacónico "hoy", cuando uno de los abuelos que hacían guardia permanente a las puertas del asilo le pregunto, ¿Qué, cuándo nos mojamos?

En el pueblo se preguntaban si se habría ahogado, regresó diez días después, con la misma sonrisa y el neopreno húmedo. Nadie se explicaba donde podría haber estado todo ese tiempo.
A la mañana siguiente, vestido con una camiseta y bermudas, bajó al bar habitual a desayunar, le dijo al camarero que se iba a escalar una montaña y que seguramente le llevaría algún tiempo.
Había visto la montaña mientras buceaba, ahora tenía que encontrarla. El camarero no le llevó la contraria, se veían tantas cosas hoy día, que por qué no una montaña nevada bajo el mar.
El buzo le prometió que volvería en unos meses, o años, todo dependía de la montaña. Las hay de muchos tipos, le explicó, la que él buscaba era un poco esquiva, huraña como una mujer celosa e inalcanzable como el horizonte, pero había visto su reflejo en el fondo del mar, solo era cuestión de paciencia.
Con la mirada fija en el reloj de la pared pidió un carajillo y una ración de churros. El camarero le oyó murmurar algo sobre cambiar las aletas por un gorro de lana.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Con paso sobrio y parcas palabras atraviesa el buzo el pueblo, con el único propósito de que:”Hoy tiene que ser el día”.
Colmándose de paciencia tras la firme decisión de encontrar la montaña y su dependencia de no saber cuándo regresará a la playa evidencia que ella es importante para él.
Será esquiva, huraña e inalcanzable quizás……porque… siempre vio al buzo indiferente en la orilla
Buzo...Suerte en tu búsqueda

Rafa R. Palacio dijo...

gracias por tu aportación, "montaña".
La indiferencia sirve a veces para ocultar muchas cosas, a saber qué pensaría el buzo allí parado todo ese tiempo. Yo también le deseo suerte, y si le veo subir o bajar de alguna montaña, intentaré sacarle una "foto".

Anónimo dijo...

Ignatius, tú que sabes "fotografiar", qué crees que pensaría el buzo en la orilla antes de mojarse y qué querría ocultar??

Anónimo dijo...

Adios "Ignatius Messner"!!! te deseo la fortuna que ayuda a los audaces en tu conquista de la montaña, pero no olvides (como buen montañero) que siempre hay que guardar energías para el descenso...

Por si acaso vuelves a la orilla, que sepas que te estaremos esperando...!!!!

besos,

Anónimo dijo...

La indiferencia, el silencio, el estar ajeno al ruido... disfraces de un no querer desvelar lo que sentimos por miedo a ser delatados.

Envidio al buzo, en esas aguas encontró lo que tanto tiempo llevaba esperando en la roca, vestir un vacío, avivar algo que se apagó, pero en esa roca estaba muy seguro, pese a las dudas de por quien era observado, de su nuevo atuendo, el gorro de lana.

Anónimo dijo...

montaña: el neopreno del buzo me impide adivinar sus pensamientos, actúa como el plomo con los rayos x, en cualquier caso, me pareció que estaba relajado, tranquilo en ese momento, creo que hablaba con los peces.
animosa-anónima- gracias por los buenos deseos, se los transmitiré al buzo cuando me escape a hacerle alguna foto en su periplo montañoso. Y no abandonaré a mi "hermano" el buzo en el ascenso, como algunos dicen que hizo el otro Messner, solo le seguiré a distancia, ya sabes, para documentar la expedición
giti:ya sabes, no hay final de viaje, solo camino, rocas, aletas, gorros de lana... complementos de temporada.